sábado, 2 de abril de 2011

:: [con]vivir con la mediocridad

Vivimos de cumplidos. Si, tratamos a toda costa de rodearnos de una atmósfera de piropos optimistas que nos terminan devorando. Así, el sueño que debería olvidarse en el mundo onírico se perpetra de la peor forma posible, robándonos el aliento. Bueno, técnicamente no es un robo, pues somos nosotros mismos los que le demos lugar.



No nos basta con hacer del ‘Qué eres’ un ‘Qué valgo’, sino que transformamos el ‘Qué valgo’ en un `Quiero valer para’. Con esto trato de decir que el valor intrínseco que nos hacemos aplicar es el de medir aquello para lo que valemos, pero con esto último se miente siempre. Veamos, todos tenemos una especie de cajón desastre donde dejamos caer todo aquello que nos gustaría algún día ser, por ejemplo:


Mariano cree que la naturaleza tiene valor por sí misma y está reconocida socialmente, por ello de mayor quiere ser biólogo. De hecho, sueña con ser biólogo y le parece que estudiar el fenómeno de la vida es la más excelsa tarea a la que pueda dedicarse un bípedo. De este modo, hace por creerse que vale para ser biólogo, algún día mismo llega a ser biólogo y todos lo reconocen como un gran científico.


En todo esto que parece ser una historieta anónima de esas que pueblan la faz del planeta, hay una mentira que todos jugamos y que siempre se está ya jugando, a saber: Mariano quiere ser biólogo y cree que vale para serlo. Mientras, nosotros del modo rastrero más indecoroso posible le hacemos pensar que sí que vale. Pues no Mariano, yo te digo que no vales y te insto a despertar de tu locura.


Es evidente que el ejemplo es baladí, pero algo dice. La prueba de todo está en como tratamos a los niños. Les hacemos pensar que son criaturas únicas, que no hay nadie mejor que ellos, que valen para algo y que jugarán un papel muy importante en esto que llamamos historia. Pues no, les hemos mentido y en la medida en que se crean nuestras mentiras más tendrán que pagar las consecuencias de una vida llena de psiquiatras y frustraciones secretas.


Quiero reivindicar lo real. No existen genios ni grandes misterios [a fin de cuentas, todo se reduce a un par de axiomas o ideitas que no son ni refutables ni confimables]. Existe gente mediocre que convive con la mediocridad. Convivir con la mediocridad significa vivir-con-la mediocridad y esto, al igual que vivir con cualquier otro defecto biológico causa dolor físico o social. ¡La vida no es bonita coño!, está llena de juegos sucios y perversiones, está impregnada de un cierto aire decadente, y sólo van a poder ser verdaderamente felices cuando aprendan a convivir con ello. Váyanse mentalizando porque cuanto antes lo hagan, menos se habrán creído la mentira y más fácil les será vivir-con-la decadencia, convivir con la mediocridad.

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