miércoles, 10 de diciembre de 2008

:: Rompecabezas comecocos y la evolución del gato con botas.

Buenos días chicas! Fue el recibimiento que nos dieron, cuando los de siempre, vestidos como siempre pero con una ligera indigestión post fiestas navideñas hicimos nuestro aterrizaje de nuevo en la vida universitaria.

Debo deciros que yo sigo sin acostumbrarme, y que mejor manera de escribir sobre ello que después de un viernes de aparente “relax” en el piso de enfrente, rodeado de cartas y con una moca a base de crema de orujo y licor café. Así acontece después que te levantas en una casa que de primeras no recuerdas haber pisado nunca. Por que esos son los mejores planes, los repentinos, los que no se piensan. Pero no he venido a hablar aquí de esto. Sino de la evolución del gato con botas.

Había una vez, en un lugar un poco alejando un gato feliz. Este había nacido en un día lluvioso y junto con sus hermanos creció sin apenas ningún apuro. Con el tiempo cuando sus colores ya se habían asentado comenzó a demostrar ser un poquito especial, necesitar más atención de mamita y un poquitín de ayuda para cazar. Nadie daba un duro por el, el resto de sus hermanos se burlaban de el y en el Cole el resto de mininos le hacía el vacío. Cuanto mas sucedía esto mas grande se hacía la fisura entre el gatito y el resto de sus congéneres, hasta el punto que un día cualquiera de un mes cualquiera, nuestro protagonista salto desde un tejado con la intención de sufrir una mala caída. Ahí fue cuando descubrió que mal jato nunca morre, que tenia siete vidas y que siempre caía de pie. Abandonó entonces sus esperanzas y abandonado a su suerte se sentó en otro tejado nocturno. Allí fue donde conoció a luna. Un enorme queso de gruller que parecía tener todo lo que el necesitaba. Enormes campos con lagos y peces, todos amigos y compañeros y también un poquito de tranquilidad. Así, condicionado por la luna retomo sus estudios básicos los término e ingreso en la real academia de los estudios lunares y similares, para allí ver cumplido su sueño de mudarse a la luna. Allí conoció a una gatita, las peleas callejeras y el aceite de bacalao. Pero todo lo abandonó por su lunita, por la que estaba dispuesto a dejarlo todo. Pasaron los años, y nuestro gatito se gradúo. Había terminado sus estudios superiores siendo el 2 mejor estudiante de su promoción, siempre hay alguien por delante, y en la ceremonia final, se le entregaron las botas reflejo de sus años de esfuerzo.
Nuestro gatito ahora con botas tuvo mucha suerte, justo cuando el era un recién graduado, un proyecto de viaje a la luna sorprendía a la sociedad felina. Allí se fue, y tras trabajar mucho dejándose las garras en el asunto, consiguió llevar a delante el proyecto. Allí se fue. A la luna redonda, más cuando llego no era como esperaba. No había campos, ni lagos con atún, estaba sólo. Así paso el tiempo, y con toda la eternidad para pensar, el gato con botas descubrió que no era aquello lo que le daba la vida, sino la ilusión de lograr algo por si mismo, la emoción de poder compartir proyectos con otros gatos. No era tan diferente a los demás, pero quería serlo y descubrió que esto era un error.
Solo y sin amigos por la luna todo dejo. Y con la luna y sus botas se murió.

El gato somos todos, yo, mis amigos, mis padres, mis compañeros, tú, y todos los habitantes de este planeta de inútiles simios. Que tengas buenas suerte.