domingo, 16 de noviembre de 2008

:: Un absolut con limón por favor.

Con esa frase empiezan las mejores noches, o mejor, las mejores conversaciones. Y ya van dos de esas que se merecen un pequeño recuerdo en la Espada de Damocles.

Son las dos de la tarde. Quique sale de clase en un día de esos que no merece la pena levantarse. A la espalda la mochila, cargada de libros y paranoias. Mil historias, tontas. El tiempo justo para llegar a casa, comer y ponerse uno a preparar presocráticos. Aquí preparamos presocráticos como quien recoge castañas. Y en la puerta me encuentro con ella. Una de las que de verdad tiene cosas que contar, y no solo aparentar. Me pilla por banda y a tomar un café, a la mierda el programa. Esta noche no duermo solo, toca cepillarse a los presocráticos. La cosa fue bien, me las aplicó bien aplicadas. No había café, sino piscina de leche. Y me hace hablar. Y yo hablo. Hablo hasta que la piscina se hace taza. Humo, su tabaco consumiéndose en sus dedos. Y hablo. En frente nuestra una pareja bebe cerveza, y a nuestro lado, compartiendo mesa con nosotros, unos jipilósofos que escuchan pero no oyen. Por que la única que las pilla es ella. Y así se cumple la escritura. “oiréis pero no escuchareis”.
Cuando termino de hablar, se ríe. Porque si. Así termina la historia, haciéndome sentir ridículo, al ver que mis problemas no son más que anecdóticos en comparación a los de los que nos rodean. Que hay que saber ver, me decía, no todo es quejarse. A veces hay que saber lavarse la cara, encontrarse ante uno mismo en el espejo y salir a la calle a repartir cañita, que al final es lo que cuenta.

Otra con más de lo mismo.

Viernes noche. Quedo con un casi desconocido para mi. Son las diez, moby por favor. Llegamos allí y muchos conocidos que agrada encontrar y otros que no tanto. Miradas furtivas al treintañero que me acompaña. Yayo! Una cañita y… un absolut con limón. Karayo empezamos suave! Con mi edad, nada es empezar. Nos ponemos hablar. Que la vida es muy puta! Que uno nunca sabe donde puede acabar. Y menos mal que se acaba. Me paso al vodka. Pasa el tiempo y ya van tres. Por que de tenerlo todo a no tener nada solo hay una diferencia, que te digan que es por la crisis económica. Traen unas patatitas. Coño si estamos en otro bar! Nos reímos. Y no paramos de reírnos. A la playa? Aun vas a conseguir meterme en el agua! Se permiten soeces? Todas las que quieres! En tesituras peores me han pillado. Silencio tenso. Y muchas más risas. Y así termino la noche. Saliendo a la calle a repartir cañita, que al final es lo que cuenta.

Unos días le toca a uno ser el protagonista de la conversación sube morales y otros taca devolverlo. Al final todos somos iguales. Con dinero, sin dinero. Con familia, sin familia. Con dignidad y sin dignidad. Lo que cuenta es lavarse la cara y mucha risa.

martes, 11 de noviembre de 2008

:: Tómate un cafe

Me gusta mirarte cuando no tengo nada que decir. Esa sensación de que todo va bien a pesar de que el mundo se viene abajo. La complicidad va mas allá de cualquier cosa que podamos pronunciar. Por eso, cuando necesito agarrarme a lo único que me queda, solo tengo que mirarte y allí están tus pupilas. Siempre atentas.

A veces me gustaría decirte lo que realmente pienso. Que me recorren escalofríos solo con tenerte cerca. Que mi ausencia en las conversaciones no se debe a que me aburra, sino que me vuelvo tonto cuando estoy contigo.
Tomo aire profundamente. Se me acelera el corazón. Extraigo valor del fondo de la tónica sintiendo pinchazos en los pulmones. Y cuando voy a hablar. Te levantas a pagar. Adiós y hasta mañana mientras recorres con tu taconeo las empedradas calles de Compostela. Y allí me quedo yo. Teléfono en mano y persiguiéndote con la mirada, con la única esperanza de poder volver a compartir tabaco otro día más. La historia siempre se repite.

En fin, la levedad del amigo.
Entre palabras que no dicen nada, y miradas que lo dicen todo.