miércoles, 27 de abril de 2011

:: Variaciones

Permíteme que llegados a este punto,
preso en la geometría de tus piernas
te confiese: he mentido.


Te encontré, y en ese momento no te vi. [Eras tan ajeno...]
En la ensoñación metafísica de la sangre y la carne
no se ve nada más que nada.


Pero, ahora que no estás, te veo.
No estás, pero te tengo a ti
y tengo el nombre que te entrego.


Con el nombre te significo,
te traigo a la presencia y te contemplo. [Hay tanto goce en el contemplarte...]
Con el nombre mío
que te es tan tuyo, sobrevivo, pues
he descubierto que
el único tiempo que no me pesa
es el que paso contigo.

Enrique Latorre-Ruiz 2011

martes, 26 de abril de 2011

:: bah, bah.

Lo perdí entre tanta sobremesa.

Entre la realidad que te viste como único dato verdadero
y la proyección de lo que de ti espero como lo que me arde por dentro,
se decide el próximo juego. ¿Jaque mate?


E. Latorre-Ruiz

lunes, 25 de abril de 2011

:: A [Doblemente] Mahía.

Aquí me tienen de nuevo. Íntegro, perverso, tierno y dulce, indecoroso a ratos, lévedo como la última llama que crepita sobre la caja donde arden mis despojos. Aquí me tienen, y eso baste por ahora.


Tal vez nos hayamos equivocado de forma de vida al elegir la esperanza como base hierática sobre la que sostenernos. Tal vez, hemos estado herrando nuestro deambular frenético sobre esta mentira construida, que es el mundo subjetivo. En cualquier caso, ¿qué importa? [lo único que importa es el vino y el hachis, como diría Baudelaire]


Hoy ha sido un buen día, ¿y por qué? Por nada. Precisamente por nada ha sido un bueno día y eso ya es algo.


A la señora del disfraz, a la dama del ron. Sobran palabras pero faltan abrazos, sea pues cada letra que te escribo un recuerdo fútil [Quizás sean las futilidades los únicos asuntos importantes, de la contradicción se hace memoria.] y furtivo del cariño, qué digo, amor reverencial que por ti profeso. Cualquier uso del lenguaje en otra dirección distinta que la de alabarte, sería blasfemar en suahili.


Que te sea leve, que no se te pierda el espíritu sublime [no bello] entre tanta distracción. Un día cualquiera, te asomarás al infierno circunstancial de mis ojos y me dirás que todo fue sensacionismo del pasado. ¿Sabes por qué? Hoy lo he descubieto [mañana ya lo habré perdido.], ¡la esperanza existe!

Enrique Latorre-Ruiz 2011



sábado, 23 de abril de 2011

:: Saltando al hoyo!


No me preguntes por qué, es lo único que no sé como contestar.

La caída en la vorágine resulta muy, como decirlo, sugerente...

:: Tributo a L. F

Todo lo que hay está muerto,
lo que aún no lo está, lo estará
es la única verdad.



Al reposar sobre la cama me enciendo un cigarrillo y miro el techo.
[Otra vez esta horrible posición, me pesa el Tiempo!]



Por la calle camina un hombre,
no sé su edad, pero poco importa.
En cada esquina le sale al encuentro la muerte:
en las paredes, en el asfalto, en los ojos de los niños...
Todo es muerte.



Mientra tanto, éste al que llamaremos el último hombre
se debate entre el ayuno y el hartazgo. [no sé si hacerme una tortilla, o vomitar]
Aguanta estoicamente asalto tras asalto a esto que llaman filosofía
con la lucidez febril y el llanto de quien nada tiene que perder. [porque ya lo ha perdido todo]



Él es el último hombre,
lo que queda podrido en el cesto
al pasar los siglos.



Resulta, que el último hombre es una mujer.
El delirio de las curvas, la trisección del ángulo
e incluso la cuadratura del círculo comparecen en su persona.



Ella busca con la actitud reverente de quien va a venerar a los dioses
a un templo sagrado e inaudito.
Pero la emoción, como todo, muere.



Tal vez, buscar forme parte del absurdo.
O tal vez, la filosofía sea el espacio menos apto para buscar la filosofía.
¿Quien sabe? Allá donde comparezca su fracaso deberemos estar
asistiendo en primera fila al combate, asalto tras asalto.



Enrique Latorre-Ruiz 2011

martes, 12 de abril de 2011

Embriagaos

Hay que estar siempre borracho. Todo radica ahí: es la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo, que destroza vuestras espaldas y os inclina hacia el suelo, es preciso emborracharse sin tregua. ¿Y de qué? De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo, pero emborrachaos. Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, en la verde hierba de un foso, en la mustia soledad de vuestro cuarto, habiendo disminuido o desaparecido la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, gime, rueda, canta y habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el reloj os responderan: ¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos martirizados por el Tiempo, emborrachaos, emborrachaos constantemente! De vino, de poesía o de virtud, a vuestro antojo.

Baudelaire

domingo, 10 de abril de 2011

:: Recorte

Es la una de la mañana y mañana tengo que levantarme a las siete, pero no me importa. Mi cerebro se niega a sucumbir a los encantos de Morfeo, y luchar contra esto es absurdo. Hay gente que me dice que es del estrés, que podría solucionar mi insomnio substituyendo el té por la tila, pero yo me inclino a pensar que se trata de una cuestión patológica.


Es de noche [insisto en este punto], y al reposar sobre la cama me enciendo un cigarrillo. Se eleva mi espíritu camino a la conciencia [en sentido hegeliano] siguiendo serpenteantemente el humo del tabaco que expulso con la boca. Si hay algún modo de fundirse con el absoluto, sólo puede ser este.

En el reposar del cuerpo y sumirme en la ingravidez [o levedad, como se prefiera] encuentro el único modo de cualquier cosa. Vitalidad cerebral y muerte corporal, ¿a qué suena bien?



RECORTE:

Lo que hay en mí, sobre todo, es cansancio
-no de esto ni de aquello,
ni siquiera de todo o de nada:
cansancio tal cual, en sí mismo,
cansancio.


La sutiliza de las sensaciones inútiles,
Las pasiones violentas por nada,
Los amores intensos por lo imaginado en alguien,
Todas estas cosas
-éstas, y lo que en ellas falta eternamente,
Todo eso hace un cansancio,
Este cansancio,
Cansancio.


Hay sin duda quien ama lo infinito,
Hay sin duda quien desea lo imposible,
Hay sin duda quien nunca quiere nada
-tres tipos de idealistas, y yo ninguno de ellos:
Porque amo infinitamente lo finito,
Porque deseo imposiblemente lo posible,
Porque lo quiero todo, y un poco más si puede ser,
Y hasta si no puede ser...



¿Y el resultado?
Para ellos la vida vivida o soñada,
Para ellos la media entre todo o nada; es decir, esto...
Para mí sólo un grande, un profundo
Y, ah, con qué felicidad, infecundo cansancio,
Un supremísimo cansancio,
Ísimo, ísimo, ísimo,
Cansancio...


Fernando Pessoa –Alvaro de Campos-

martes, 5 de abril de 2011

:: Las vísceras de un resentido.

Harías bien en pedirme disculpas. ¡Que digo! Ni oírlas quiero, hiciste lo que te apeteció en todo momento y no tengo nada que reprocharle a eso. Eso sí, no vuelvas. No quiero verte, tu sola presencia crispa mis nervios. No quiero leerte, tus mensajes me convencen. Vete, sólo eso.

sábado, 2 de abril de 2011

:: [con]vivir con la mediocridad

Vivimos de cumplidos. Si, tratamos a toda costa de rodearnos de una atmósfera de piropos optimistas que nos terminan devorando. Así, el sueño que debería olvidarse en el mundo onírico se perpetra de la peor forma posible, robándonos el aliento. Bueno, técnicamente no es un robo, pues somos nosotros mismos los que le demos lugar.



No nos basta con hacer del ‘Qué eres’ un ‘Qué valgo’, sino que transformamos el ‘Qué valgo’ en un `Quiero valer para’. Con esto trato de decir que el valor intrínseco que nos hacemos aplicar es el de medir aquello para lo que valemos, pero con esto último se miente siempre. Veamos, todos tenemos una especie de cajón desastre donde dejamos caer todo aquello que nos gustaría algún día ser, por ejemplo:


Mariano cree que la naturaleza tiene valor por sí misma y está reconocida socialmente, por ello de mayor quiere ser biólogo. De hecho, sueña con ser biólogo y le parece que estudiar el fenómeno de la vida es la más excelsa tarea a la que pueda dedicarse un bípedo. De este modo, hace por creerse que vale para ser biólogo, algún día mismo llega a ser biólogo y todos lo reconocen como un gran científico.


En todo esto que parece ser una historieta anónima de esas que pueblan la faz del planeta, hay una mentira que todos jugamos y que siempre se está ya jugando, a saber: Mariano quiere ser biólogo y cree que vale para serlo. Mientras, nosotros del modo rastrero más indecoroso posible le hacemos pensar que sí que vale. Pues no Mariano, yo te digo que no vales y te insto a despertar de tu locura.


Es evidente que el ejemplo es baladí, pero algo dice. La prueba de todo está en como tratamos a los niños. Les hacemos pensar que son criaturas únicas, que no hay nadie mejor que ellos, que valen para algo y que jugarán un papel muy importante en esto que llamamos historia. Pues no, les hemos mentido y en la medida en que se crean nuestras mentiras más tendrán que pagar las consecuencias de una vida llena de psiquiatras y frustraciones secretas.


Quiero reivindicar lo real. No existen genios ni grandes misterios [a fin de cuentas, todo se reduce a un par de axiomas o ideitas que no son ni refutables ni confimables]. Existe gente mediocre que convive con la mediocridad. Convivir con la mediocridad significa vivir-con-la mediocridad y esto, al igual que vivir con cualquier otro defecto biológico causa dolor físico o social. ¡La vida no es bonita coño!, está llena de juegos sucios y perversiones, está impregnada de un cierto aire decadente, y sólo van a poder ser verdaderamente felices cuando aprendan a convivir con ello. Váyanse mentalizando porque cuanto antes lo hagan, menos se habrán creído la mentira y más fácil les será vivir-con-la decadencia, convivir con la mediocridad.