lunes, 25 de abril de 2011

:: A [Doblemente] Mahía.

Aquí me tienen de nuevo. Íntegro, perverso, tierno y dulce, indecoroso a ratos, lévedo como la última llama que crepita sobre la caja donde arden mis despojos. Aquí me tienen, y eso baste por ahora.


Tal vez nos hayamos equivocado de forma de vida al elegir la esperanza como base hierática sobre la que sostenernos. Tal vez, hemos estado herrando nuestro deambular frenético sobre esta mentira construida, que es el mundo subjetivo. En cualquier caso, ¿qué importa? [lo único que importa es el vino y el hachis, como diría Baudelaire]


Hoy ha sido un buen día, ¿y por qué? Por nada. Precisamente por nada ha sido un bueno día y eso ya es algo.


A la señora del disfraz, a la dama del ron. Sobran palabras pero faltan abrazos, sea pues cada letra que te escribo un recuerdo fútil [Quizás sean las futilidades los únicos asuntos importantes, de la contradicción se hace memoria.] y furtivo del cariño, qué digo, amor reverencial que por ti profeso. Cualquier uso del lenguaje en otra dirección distinta que la de alabarte, sería blasfemar en suahili.


Que te sea leve, que no se te pierda el espíritu sublime [no bello] entre tanta distracción. Un día cualquiera, te asomarás al infierno circunstancial de mis ojos y me dirás que todo fue sensacionismo del pasado. ¿Sabes por qué? Hoy lo he descubieto [mañana ya lo habré perdido.], ¡la esperanza existe!

Enrique Latorre-Ruiz 2011



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