domingo, 10 de abril de 2011

:: Recorte

Es la una de la mañana y mañana tengo que levantarme a las siete, pero no me importa. Mi cerebro se niega a sucumbir a los encantos de Morfeo, y luchar contra esto es absurdo. Hay gente que me dice que es del estrés, que podría solucionar mi insomnio substituyendo el té por la tila, pero yo me inclino a pensar que se trata de una cuestión patológica.


Es de noche [insisto en este punto], y al reposar sobre la cama me enciendo un cigarrillo. Se eleva mi espíritu camino a la conciencia [en sentido hegeliano] siguiendo serpenteantemente el humo del tabaco que expulso con la boca. Si hay algún modo de fundirse con el absoluto, sólo puede ser este.

En el reposar del cuerpo y sumirme en la ingravidez [o levedad, como se prefiera] encuentro el único modo de cualquier cosa. Vitalidad cerebral y muerte corporal, ¿a qué suena bien?



RECORTE:

Lo que hay en mí, sobre todo, es cansancio
-no de esto ni de aquello,
ni siquiera de todo o de nada:
cansancio tal cual, en sí mismo,
cansancio.


La sutiliza de las sensaciones inútiles,
Las pasiones violentas por nada,
Los amores intensos por lo imaginado en alguien,
Todas estas cosas
-éstas, y lo que en ellas falta eternamente,
Todo eso hace un cansancio,
Este cansancio,
Cansancio.


Hay sin duda quien ama lo infinito,
Hay sin duda quien desea lo imposible,
Hay sin duda quien nunca quiere nada
-tres tipos de idealistas, y yo ninguno de ellos:
Porque amo infinitamente lo finito,
Porque deseo imposiblemente lo posible,
Porque lo quiero todo, y un poco más si puede ser,
Y hasta si no puede ser...



¿Y el resultado?
Para ellos la vida vivida o soñada,
Para ellos la media entre todo o nada; es decir, esto...
Para mí sólo un grande, un profundo
Y, ah, con qué felicidad, infecundo cansancio,
Un supremísimo cansancio,
Ísimo, ísimo, ísimo,
Cansancio...


Fernando Pessoa –Alvaro de Campos-

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