sábado, 23 de abril de 2011

:: Tributo a L. F

Todo lo que hay está muerto,
lo que aún no lo está, lo estará
es la única verdad.



Al reposar sobre la cama me enciendo un cigarrillo y miro el techo.
[Otra vez esta horrible posición, me pesa el Tiempo!]



Por la calle camina un hombre,
no sé su edad, pero poco importa.
En cada esquina le sale al encuentro la muerte:
en las paredes, en el asfalto, en los ojos de los niños...
Todo es muerte.



Mientra tanto, éste al que llamaremos el último hombre
se debate entre el ayuno y el hartazgo. [no sé si hacerme una tortilla, o vomitar]
Aguanta estoicamente asalto tras asalto a esto que llaman filosofía
con la lucidez febril y el llanto de quien nada tiene que perder. [porque ya lo ha perdido todo]



Él es el último hombre,
lo que queda podrido en el cesto
al pasar los siglos.



Resulta, que el último hombre es una mujer.
El delirio de las curvas, la trisección del ángulo
e incluso la cuadratura del círculo comparecen en su persona.



Ella busca con la actitud reverente de quien va a venerar a los dioses
a un templo sagrado e inaudito.
Pero la emoción, como todo, muere.



Tal vez, buscar forme parte del absurdo.
O tal vez, la filosofía sea el espacio menos apto para buscar la filosofía.
¿Quien sabe? Allá donde comparezca su fracaso deberemos estar
asistiendo en primera fila al combate, asalto tras asalto.



Enrique Latorre-Ruiz 2011

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