miércoles, 30 de marzo de 2011

:: Buenas son las noches...



Arrastrándose lentamente llega la noche, y con ella se acerca el momento de irse a la cama. Es un movimiento lentísimo, incluso lastimero, el de la noche robándole el lugar al día.

En algún momento simultáneo al movimiento, he llegado a casa y me he puesto el uniforme de trabajo, que es, lo que siempre visto cuando no espero visitas, el pijama. Normalmente llego a casa con dolor de estómago, siempre es hambre. El ayuno continuado y autoimpuesto desde, en el mejor de los casos, cuatro horas, me causa molestos retortijones. Qué se le va a hacer, el mal ya está hecho: el monstruo tragador hace acto de presencia atracando la nevera y, minutos después cuando recupero la cordura, se que mi momento ha llegado. Cordialmente me despido de mis compañeras de piso y me retiro a la cueva.

Sobre la cama reposan mis restos: una masa informe de carne, sagre y huesos con la que no me identifico [nadie puede identificarse con eso] y lo que soy yo mismo, un perpetuo flujo de conciencia con demasiada autoestima. No se qué tiene la noche que siempre me hace sentir ingrávido. Quizás sea en el despliegue ingrato de su brazo cuando la conciencia humana se sobrecoge al elevarse al más puro grado el pathos humano.

La noche me da lucidez. Todo el día ando a tientas dando bandazos de un lado a otro, amodorrado entre los quehaceres obligados, pero al llegar la noche y encerrarme en mi cuarto, floto y levedo dejando abajo todo lo que no importa. Sólo quedo yo y lo que yo siento. No hay circunstancias de Ortega, no hay corporalidad de Merleau-Ponty, no hay políticamente correcto, no hay Gödel... Únicamente persiste el extraño sentimiento del diluirse en nada. Buenas son las noches...

Enrique Latorre-Ruiz



sábado, 26 de marzo de 2011

:: Una orgía perpetua, por Antonio Muñoz Molina en El País.

"Por no hablar de otra presión, la ideológica. Agazapado en su provincia, uno no sólo aspiraba a irrumpir en Madrid como novelista o en su defecto como autor teatral de vanguardia, sino además a derribar la dictadura del general Franco y a ser posible construir el socialismo, para lo cual hacía falta someterse a un régimen punitivo de lecturas de manuales marxistas y seminarios llamados de formación en los que la densidad de los conceptos a dilucidar era aún más impenetrable que el humo del tabaco negro en aquellas habitaciones que tenían algo de catacumbas para los devotos de una religión perseguida. El régimen de Franco no dejó de ser sanguinario hasta el último día, y quienes regresaban a la luz después de haber sido torturados en las comisarías conservaban una palidez y un extravío en la mirada como de muertos en vida, pero los escaparates de las librerías estaban inundados de clásicos del marxismo y de manuales revolucionarios que nosotros leíamos, subrayábamos, analizábamos hasta la extenuación, contagiándonos de una retórica como de hormigón armado, llena de palabras abstractas y de reiteraciones machaconas, de "en tanto en cuanto" y de infraestructuras y superestructuras y correlaciones de fuerzas y análisis concretos de las situaciones concretas y contradicciones de primer nivel y segundo nivel.

Después de rumiar aquellos resecos piensos verbales no era muy fácil que a uno le quedara paladar ni oído para el idioma, y menos aún sutileza para percibir los matices de la vida real, que es el reverso de las caricaturas doctrinarias que aspiran a reducir a los seres humanos a muñecos de cartón. Antes de llegar a la universidad y atragantarme voluntariosamente de ideología yo había escrito con una felicidad irresponsable, imitando sin escrúpulo cualquier modelo con el que me entusiasmara, escribiendo dramas poéticos a la manera de Lorca y poemas de amor a la manera de Bécquer y luego a la de Pablo Neruda, piezas de teatro del absurdo copiadas de Beckett y de Ionesco, de teatro de agitación copiadas de Brecht y de Peter Weiss, arranques de novelas fastuosamente planeadas que nunca pasaban de la primera página.

Y de pronto aquel caudal absurdo que había fluido tan sin esfuerzo y con resultados tan abundantes como deplorables quedó interrumpido. Escribir había sido un juego y ahora era, opresivamente, una misión y un tormento. El doble cepo de la ortodoxia ideológica y la coacción vanguardista me paralizaba."

De ANTONIO MUÑOZ MOLINA en Una orgía perpetua; El País.

miércoles, 23 de marzo de 2011

:: Para A.S. Sin gluten



Devuélveme la vista. Así podré
verte tal y como de verdad eres. [¿Hay un eres?]


Devuélveme el sentido común,
y la cordura, y la razón.
Así, reconoceré la mentira que
de ti me sale al encuentro en cada
noche que Morfeo no gusta en visitarme.

Enrique Latorre-Ruiz. 2011

:: Lo que le conté cuando no me escuchaba

Del verso al beso y,
del beso a la batalla.

http://www.flickr.com/photos/robitoamado/4019790674/

martes, 22 de marzo de 2011

:: Non hai título para o que queira que sexa esto

Detido o corpo
a caída tornase... inevitable.

Únicamente os ollos fican libres.
Se realmente a desdicha dependese deles
Creedeme que os arrincaría,
Pero non tal. Absurda idea: Sen ollos o que queda é a conciencia. [se cadra, moito peor]

Ter un espírito que se pensa sempre doe.

Para acabar co tedio
só existen duas opcions:
A primeira comeza con pastillas [pildoras vermellas de matrix para non soñar]
a segunda comenza con cuchillas de afeitar.
Misteriosamente ás duas rematan coa morte propia
e o disgusto de moitas conciencias outras.

 \exists nrique Latorre-Ruiz 2011

sábado, 12 de marzo de 2011

:: La idea de teoria.

“También la ciencia, llegada al término de sus paradojas, cesa de proponer y se detiene a contemplar y dibujar el paisaje siempre virgen de los fenómenos”

A. CAMUS: El mito de Sísifo.


El mundo es algo con lo que nos encontramos, es un todo que ya está siendo cuando somos arrojados y obligados a experimentarlo. Carece por sí mismo de delimitaciones estrictas siendo nosotros los encargados de categorizarlo u ordenarlo en parcelas claramente distinguidas.

Es un hecho que cada vez que atendemos a una parcela de la realidad para intentar comprenderla ie. cada vez que formulamos una teoría [en sentido laxo] sobre algo que capta nuestra atención, desatendemos al resto de la realidad. Así, yo estoy sentado en una silla frente a mi escritorio tecleando palabras en una computadora y focalizando mi atención sobre está acción, de modo que mientras no me distraiga obviaré por completo la existencia de un pájaro negro que está posado sobre la rama del único árbol que veo desde la ventana de mi cuarto, e incluso que hay un libro sobre la mesa donde trabajo. Al percatarme de la situación del libro mi atención se centra sobre él y descuido inconscientemente la redacción de este texto. Si esto sucede con una trivialidad tal como redactar un escrito, qué no va a suceder, salvando las distancias evidentes, a la hora de formular una teoría [pretendidamente] científica.

Con todo esto quiero llegar a la idea de que una teoría es un estudio interesado de cierta pluralidad de impresiones parceladas. Percibimos fenómenos que dividimos, estructuramos, articulamos y estudiamos, proyectando sobre ellos nuestros propios esquemas conceptuales y teóricos, comprobando después si verdaderamente “encajan” [verificabilidad].
 
La tarea de la ciencia es precisamente esta, proyectar esquemas conceptuales y teóricos que nos ayuden a comprender el ingente conjunto inarticulado de impresiones. [Se que con esta afirmación me meto en camisas de once varas...]
 
Enrique Latorre-Ruiz 2011

domingo, 6 de marzo de 2011

:: Biopsia vital

Mis pensamientos se deslizan sobre el papel como culebras, es un efecto curioso. Incluso el hecho mismo de no diferenciar el pensamiento propio, de la base de papel, es un efecto curioso; papel, pensamiento, papel, pensamiento, papel pensamiento, papel pensamiento, y tú dando bandadas de uno a otro, igual que un pájaro que no distingue los cristales de las ventanas, de la realidad, y se bate contra ellas con persistente repetición. Ese pájaro ha nacido para eso, para flotar, golpearse y no entender nada.


Me gusta que me llamen por mi nombre completo, me digo: -por Dios, que me llamen otra vez Enrique Latorre. Este pensamiento puede llegar incluso a causarme angustia si no se satisface de vez en cuando lo que expresa. Enrique Latorre, sí, ese es mi nombre. Es impresionante la sonoridad que alcanza cuando lo repites centrando tu atención en las ‘r’: “Enrrrrrique Latorrrrrrrrrrrrrre”, suena imponente. Por eso me gusta que me piensen en él. Si yo, que soy carne y hueso; lo que queda, podrido en el cesto al pasar los años, puedo conseguir que se me relacione con algún nombre imponente, quizás se me pegue algo. Llegará un día y será tal mi suerte, que el nombre y yo [en tanto carne y cógito] seremos uno, un  continum; seré nombre y carne y cogito. Seré...


Hoy estoy cansando de estar, ¡y menos mal! Vivo en la casa de la angustia. Para más información: Angustia xx, x, Santiago de Compostela [Si existe algún Tadzio que desee conocerme, no dude en visitarme –por sorpresa-].
Menos mal que durante la historia de la humanidad hemos logrado separar el ser del estar. El ser pivota sobre lo primigeio. El estar [re]sitúa el resultado de éste pivotar en una contextualidad legaliforme. El problema surge cuando la contextualidad es indecorosa, pero eso son otros lópez...
Me dan pena los anglosajones, su idioma no separa el ser del estar. En consecuencia, sufren mucho. Muchos que yo me sé serían incapaces de conservar la vida teniendo un idioma tal como lenguaje materno, ¡antes se suicidarían! Es un sufrimiento que pervierte y no todos somos capaces de soportarlo.


Enrique Latorre.