sábado, 14 de mayo de 2011

:: Lo cierto del juego, es que no hay juego.

Dejaré de jugar con la palabra
cuando mi ser deje de arrastrarse por el suelo.
Dejaré de buscarte en cada verso
cuando me seas ajeno y sideral,
o tú me lo pidas.
Dejaré de respirar, lo prometo,
cuando mi mirada no te toque
y se crucen nuestros besos.


No me voy a despedir,
me niego a corresponder tu displicencia.
Prefiero seguir día tras día visitando tu recuerdo
hasta que se marchite en mi memoria y se haga remoto.


Habrá entonces llegado mi hora, también la tuya.
Habré[mos] muerto,
pues seré otro yo distinto tan perverso como el que soy ahora.
Sólo quedará la extrañeza de haber escrito el perfil
de estos versos que veré de lejos,
Y no serán míos.


Te recordaré con cariño, si es que te recuerdo.
Uno más, uno menos, en el movimiento perfecto
que dibuja mi conciencia al trepar por el Tiempo.


Lo único constante es la métrica y la geometría de la letra.
El desenfreno estético, la constancia del desaliento.
El contemplar, por el sencillo goce de ver lo que yo pongo.
La mentira.


La poesía, como todo recuerdo,
cuando es indiferente
da miedo.



Enrique Latorre-Ruiz 2011

No hay comentarios: