domingo, 14 de febrero de 2010

:: Comme il faut (Como debe ser)

Puedo contar con los dedos de una mano – y créeme que me sobrarían – las veces que he disfrutado un libro en lo que va de año. Esto no sería sorprendente si yo fuera un decadent más, pero… no me siento miembro de esa raza. – No disculpen mi humildad -

Parece mentira cómo tengo que tragarme una a una todas las palabras que he pronunciado, todo credo que he profesado. Casi pareciese que debo pedir disculpas por vivir, por respirar, por haber puesto un pie sobre esta tierra de inmundicia, de ilusión al fin y al cabo.

Hace más o menos tres años hubiera pensado en encontrar así y como poco me habrían entrado carcajadas. Jamás hubiera concebido estar apático y menos aún estudiando Filosofía. Los que me conocéis sabéis que este era mi sueño.
Que curioso entonces… Ahora vivo en Santiago, estudio filosofía y soy esa clase de persona antitética a la que siempre he criticado. He caído en la templanza, en la levedad.

Podría escribir sobre como he ido retozándome en el fango – quizás ha sido lo único que he hecho hasta ahora -. Pero no lo haré, prefiero dejar este relato para más adelante. Por el contrario voy dejar aquí aquello que me ha hecho disfrutar como cuando era pequeño. Cómo cuando dormía con pijamas que olían a mama. Cómo cuando la palabra escrita abría las puertas de nuevos mundos, ilusiones, sueños y aspiraciones cuajadas en un sillón de la RAE. Cómo lo que me llevó a querer licenciarme en una carrera bella y poco práctica. He aquí:

(…) yo no soy en modo alguno un espantajo, un monstruo de moral, - soy incluso una naturaleza antitética de esa especie de hombres venerada hasta ahora como virtuosa. Dicho entre nosotros, paréceme que justo esto forma parte de mi orgullo. Yo soy un discípulo del filósofo Dioniso, preferiría ser un sátiro antes que un santo. Pero léase este escrito. Tal vez haya conseguido expresar esa antítesis de un modo jovial (…) La última cosa que yo pretendería sería mejorar a la humanidad. Yo no establezco nuevos ídolos; los antiguos va a aprender lo que significa tener pies de barro (…)

FRIEDRICH NIETZSCHE, Ecce homo, (Prólogo)



Sólo por esto merece la pena.

No hay comentarios: